VIDA COTIDIANA

LO SOCIAL: PROCESOS INTERSUBJETIVOS

La cotidianeidad como esfera de vivencias; la cotidianeidad como "vida cotidiana" Las sociologías de la vida cotidiana, suponen un aserto sociológico fuerte y compartido: una pregunta al fenómeno social (a los fenómenos sociales) que es original, que funda una perspectiva que entiende a la sociedad estructural y procesualmente vinculada a la "subjetividad". Lo social se soportaría siempre entre sujetos -que observan, que creen, que dicen o responden-; ese sería además el, o uno de los, puntos críticos de lo social. Lugar de instalación y/o de quiebre de lo social.
Una sociología de la vida cotidiana, por lo mismo, funda sus raíces en la tendencia de lo que desde Weber conocemos como la "sociología comprensiva" -del "sentido" de la conciencia, de la cultura o de la comunicación-. Antes que Weber, en la misma tendencia, Dilthey y su fundación de las Ciencias del Espíritu, que proporciona el propio concepto de "vivencia significativa". Con todo, una sociología de la vida cotidiana sólo es posible cuando se piensa a la sociología como ciencia cuyo "objeto" es sujeto: la sociedad habla, y ese hablar sería la frontera de lo social y la distinción de los sistemas "sociales" humanos. Así lo señala Buckley en su diferenciación de lo social-humano como agregación de complejidad por el "habla". En la misma dirección, se encuentra toda la corriente teórica que discute la cuestión del "segundo orden" y de la "reflexividad" de los sistemas sociales (Maturana y Varela, Varela, Fon Voerster, Navarro, Ibañez).
Es lo que Berger y Luckmann tematizan como "una segunda naturaleza" en que sólo hay sujetos. Una realidad, entre comillas, subjetiva.
Lo cotidiano designa un conjunto de "vivencias": esto es, de unas entidades que ocurren para y entre sujetos. Lo cotidiano no designa un conjunto de "hechos" en su sentido "objetivo" clásico. No pueden estar sino dentro del dominio subjetivo. Son objetivas -como las instituciones o normas en Durkheim- sólo a condición de estar inscritas en el dominio de las subjetividades -los "hechos sociales" son "dichos", "cosas dichas", en la formulación de Bordieu-. No hay "cosas" cotidianas. Todo lo que puede ser llamado cotidiano (/extracotidiano) ocurre para una subjetividad que lo vivencia. No hay modo de aludir a la cotidianeidad sin esta referencia determinante a su estructura como "mundo-de-vida", como "vida" cotidiana; esfera de realidad para un sujeto: realidad significante, realidad como sentido, realidad del discurso, realidad de los gestos, realidad simbólica. Lo cotidiano son fenómenos que existen como tales, previamente al observador sociológico. Fenómenos para los sujetos que investiga o sobre los que teoriza. Hechos "ya vistos": dotados de un significado y sentido, interpretados por el saber común. La sociología sería así una interpretación segunda. Interpretaría interpretaciones; observaría observaciones; hablaría de hablas.
    LO COTIDIANO: LO OBVIO Y LO CORRIENTE (NORMALMENTE)


Lo "cotidiano"/extracotidiano" distingue dos tipos de vivencias (dos modos en que la subjetividad conoce y se reconoce). Lo cotidiano de una viviencia puede ser indicado en dos conceptos: como la normalidad (de la realidad) y como la obviedad (del mundo). Cómo lo común y como lo corriente. Cada uno de ellos muestra algo de lo cotidiano.
Lo cotidiano como la vida común y normal Una vivencia cotidiana no se define, propiamente, por su "recurrencia" aún cuando aquella nota le sea característica. Mejor se le aproxima el concepto de "rutina" en lo que tiene de "camino" repetido y, por repetido, conocido hasta la obviedad.
En la esfera de los eventos cotidianos todo ocurre con la evidencia de lo sabido: no hay acontecimiento o irrupción de sentido a interpretar. El sujeto observa y se observa en medio de un mundo-sabido, donde todo ocurre según lo previsto. Mundo de la obviedad.
Hay dos modos de indicar lo obvio: como lo que no se ve y como lo que se da por visto. Como lo que no se ve ocurren, por ejemplo, todos los eventos proverbiales de las escenas del Metro: nadie percibe activamente la extraña normalidad del anonimato del Metro; cuando aquella se rompe y algún extraño altera el bullicioso y exigido silencio matinal, la "realidad" se hace atendible, exige nuestra atención. Todo nuestro saber -incluidos los no pocos deberes- es revisado para interpretar o cubrir el acontecimiento. La cotidianeidad es por definición lo que fluye, lo "corriente". En ese fluido de normalidad la conciencia observadora ni pregunta ni interpreta. Todo ya está situado en su lugar y entre ellos, el sujeto transcurre sin hacerse presente como el que soporta todas las distinciones que estructuran esa realidad. Mientras todo ocurra como está previsto no hay nada por mirar en el sentido fuerte del término -mirada que interroga, que pregunta, que busca saber-. La cotidianeidad es particularmente pertinente por esta nota: lo social se hace opaco. Momento en que lo social es al mismo tiempo más real que nunca -toda la cotidianeidad es juego de roles, actuación de libretos, desempeños sociales- y menos visible. La sociedad se reproduce allí como un mundo real, a igual título que las realidades no sociales. Evidente, deja oscurecida sin embargo su cara "social" en el sentido que borra su origen: naturalizada, como una realidad "per se", la sociedad es desempeñada sin ser vista. La obviedad es el otro concepto que permite dar cuenta del particular estatuto de las vivencias cotidianas. Obvio es lo que se da por visto; obviada, la sociedad se instaura en todas las locuciones que suspenden al sujeto que las enuncia. El observador no se ve en sus observaciones, a las que toma por la realidad; el observador interior de nuestros sistema, lo olvida: se aliena (Marx) y se reifica (Berger y Luckmann). La sociedad sedimenta como natural e inmutable fluir de la realidad. Opera en el mundo de lo obvio el que enuncia locuciones del tipo "se-dice". Por ejemplo:
"Los chilenos son flojos"
"En el extranjero valoran mucho al profesional chileno"
"Gracias a este modelo socioeconómico Chile ha progresado bastante"
En todas estas opiniones, el hablante transmite un dicho que construye una imagen de la realidad. Lo significativo es que todos ellos no necesitan de un sujeto de enunciación presente y activado. Pueden ser dichos por cualquiera. Son voces sin origen, sin huellas de enunciación. Observaciones que simulan Realidad, dejan al sujeto de enunciación como lector. Dada por vista y así no se ve como algo por ver. Como realidad dada, la sociedad deja de reflexionarse como sociedad: producida, no natural. Producto de la producción de la sociedad por los sujetos.
La subjetividad queda así plegada a los programas sociales, sin distancia. Ausencia radical de reflexividad, en que lo observado es también observado como tal. Por ello, la sociología de la vida cotidiana puede entenderse como la pregunta por las condiciones en que la sociedad se hace subjetiva y la subjetividad es socializada. Obvio y normal, la sociedad se reproduce en los cursos de acción por los que se orientan y motivan los sujetos y se repite, o recita, en los discursos que los cubren como lo qué "escrito está", como la verdad sin dudas -ni humor, ni ironía, ni preguntas-. En rigor no existen fenómenos que se den a los sujetos con esta absoluta e inequívoca potencia de "verdad". La verosimilitud siempre está flanqueada por algún resto de duda y nunca falta el que humoriza y divierte la verdad. Sin embargo, hay eventos que tienden a esta opacidad e inmediatez. Como sea, el dispositivo de lo obvio y lo normal es el que genera el espacio de la reproducción social por excelencia. Donde la sociedad "es" supone a un sujeto inmediato en su aquí-ahora, en el fluir de su vivirse ("verse viviendo"). La reproducción social, como los eventos en que la subjetividad se socializa y la sociedad se subjetiviza como lo obvio y normal, definen el nivel de observables propios de esta perspectiva. Social y subjetivo, el intersubjetivo se manifiesta como el que soporta no sólo la realidad, sino también la "verdad" de esa realidad. Puente por el que pasa el expediente de la legitimación: real, verdadero, ajustado a ley y a saber. Acciones tipificadas, instituidas como reales, legitimadas como correctas o justas.

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