miércoles, 17 de abril de 2013

HISTORIA Y VIDA COTIDIANA

¿COMO ENTENDEMOS HISTORIA Y VIDA COTICIANA?

La historia de la vida cotidiana nos enfrenta con testimonios precedentes al menos de dos campos opuestos: el de aquellos que fueran fieles alas normas y el de otras individuos, igualmente comunes, pera cuyos puntos de vista no siempre coincidieron con los dictados del gobierno o de la moral imperante y cuyas practicas cotidianas pudieran estar en contradicción con la que ingenuamente aceptaríamos si creyésemos que siempre se cumplían las normas. Par la tanto, coma una primera llamada de atención, es recomendable poner en duda la vigencia real de todos los principios aceptados, las leyes promulgadas alas criterios morales impuestos, aunque obviamente tendremos que partir de ellos; pera partir no de la aceptación signo de la discusión. Ciertamente hay que referirse alas códigos de moral, a la formación de la sociedad burguesa, al surgimiento de la intimidad, a la sumisión de las mujeres, alas cambios en las relaciones de trabajo... pera no coma dogmas incon movibles hipótesis o propuestas a partir de las cuales pueden abrirse nuevos espacios. Se ha sellado que lo que caracteriza al historiador es su capacidad para extraflarse ante 10que parece evidente, lo cual autoriza a cuestionar afirmaciones reconocidas y a proponer explicaciones alternativas. La nueva lectura de un documento 0 las diferentes perspectivas de un mismo problema pueden enriquecer nuestra visi6n de los hechos. La historia de lo cotidiano es un campo nuevo en el que cada día se abren nuevos caminos. Tenemos muchas mas preguntas que respuestas y necesariamente arriesgamos propuestas discutibles y sugerencias pendientes de nuevas comprobaciones. Hoy día parece difícil realizar una investigaci6n sobre cualquier tema sin que de algún modo se toquen cuestiones de la vida cotidiana. Puesto que no s610 importan los grandes acontecimientos sin los sutiles cambios producidos en los tiempos largos, el tipo de preguntas que el historiador se plantea implican la investigaci6n de las relaciones sociales, las actitudes colectivas 0 las oscilaciones en el nivel de vida, incluyendo movimientos de rebeldía, crisis econ6micas, cambios en la producci6n, evoluci6n de las creencias. Ya no se niegan los nexos entre historia y vida cotidiana. En el estudio de lo cotidiano se encuentra un cauce para comprender el pasado de la gente que había estado marginada de la historia, gente que ya no debería identificarse coma masas, sin que podría tener su propio rostro y personalidad. La vida cotidiana no esta fuera de la historia, sin en el centro del acontecer hist6rico. Toda gran hazaña histórica se hace particular por su efecto sobre la cotidianidad.

Quizás no exista intelectual que, como Agnes Heller, haya destinado una parte tan importante de su obra a la cuestión de la vida cotidiana. Bastan y sobran aspectos qué discutir sobre este tema si consideramos, sobre todo, que esta autora nos ofrece una amplia y compleja reflexión proveniente de diversos ámbitos de las ciencias sociales, lo mismo desde la sociología, antropología, historia, que de la psicología y la propia filosofía. De tal manera que la ruta es larga y sinuosa. De cualquier forma vale adelantar
que esta revisión pretende establecer cuáles son los elementos mínimos para definir a este fenómeno sociocultural que venimos denominando como vida cotidiana. ¿Quién puede negar la autoridad de Heller como socióloga o como cientista social? Sería difícil encontrar a alguien que lo hiciera, aunque es posible y sano encontrar quien no comparta sus planteamientos y, más aún, sus interpretaciones. En todo caso espero mostrar la consistencia de su obra sobre la vida cotidiana; en ese sentido van los siguientes párrafos que inevitablemente recurrirán a algunas citas textuales que
establecen relaciones mínimas entre sus trabajos.
Partimos de la definición de Heller para analizar lo que nos ofrece como su primer esfuerzo conceptual: "la vida cotidiana es la totalidad de actividades que caracterizan las reproducciones singulares productoras de la posibilidad permanente de la reproducción social" (Heller, 1985:9). Como se puede observar, el referente de esta definición es el conjunto de actividades permanentes que garanticen la reproducción social. La idea, así, se sitúa en un nivel claramente especulativo, pues dichas actividades podrán encontrarse
en cualquier ámbito de la vida social, ya sea económico, político o cultural. Además, tendríamos que reconocer que situar el ámbito no resuelve nada, pues pensando, por ejemplo, en lo cultural, sería indispensable establecer el espacio social en que se reproducen esas actividades: el espacio público o el privado. Después saltaría la duda sobre la participación en la actividad de los miembros sociales, esto es, si se trata de una actividad individual o colectiva, al mismo tiempo que se tendría que especificar si se trata de una reproducción de la sociedad material o simbólica. Las dudas no deben presentarse de manera aislada y sus vinculaciones son, prácticamente, evidentes. La reproducción material se ubica como una actividad económica que bien puede desempeñarse individual o colectivamente de igual forma que lo cultural se asocia a la reproducción simbólica. Cuando más adelante Heller señala que "la vida cotidiana es la vida de todo hombre. La que vive cada cual, sin excepción alguna, cualquiera que sea el lugar que le asigne la división del trabajo intelectual y físico" (Heller, 1985:39), podemos inferir que la vida cotidiana es inherente a la vida social y que se extiende a cualquier tipo de actividad de los individuos, sin importar su clase social, y por lo tanto, su actividad económica. Pero reconociendo a la actividad económica como la única que garantiza la reproducción material de la sociedad ¿algún aspecto de ésta podrá ser identificada como vida cotidiana?; ¿sí, no, por qué? Incorporar el elemento de la asimilación individual como expresión de la cotidianidad y a su vez relacionarlo en términos de su intercambio en su contexto social, su comunidad, nos remite a un fenómeno esencial en las ciencias sociales, como es el proceso de socialización, y nos conduce a referentes conceptuales tan elaborados, no necesariamente tan afinados, como el de cultura. Veamos la idea que maneja Heller: Esta asimilación, esa maduración hasta la cotidianidad empieza siempre por grupos (hoy, generalmente, en la familia, en la escuela, en comunidades
menores). y estos grupos face-to-face o copresenciales median y transmiten al individuo las costumbres, las normas, la ética de otras integraciones mayores. El hombre aprende en el grupo los elementos de la cotidianidad (por ejemplo, que se tiene que levantar y actuar por su cuenta; o el modo de saludar, o cómo comportarse en determinadas situaciones, etcétera)... (Heller, 1985:42). Entonces, la similitud entre vida cotidiana y cultura es tan marcada que resulta pertinente pensar si se trata de conceptos que intentan captar el mismo aspecto de la realidad
social, o si los aspectos a captar se acercan tanto que provocan la confusión entre uno y
otro concepto.

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